El rayo que paró la justicia en Aoiz
Eran las dos y veinte de la tarde. Los vecinos de Aoiz se sentaban a la mesa para comer mientras una intensa tormenta azotaba la villa. En ese exacto momento del pasado viernes, un potente rayo rasgó el cielo y, atronador, se hizo notar por todos. Fiel a su papel protector, el pararrayos ubicado en lo alto de la iglesia se encargó de encauzarlo y evitar males mayores. Sin embargo, esta vez no todo salió bien y, aún este lunes, tres días después, las secuelas del rayo eran todavía patentes. Sistemas de telefonía fija e internet de edificios públicos, así como de algunas viviendas y comercios, principalmente de las inmediaciones del templo, aún no funcionaban del todo bien. En el Ayuntamiento, por ejemplo, apenas se pudieron llevar a cabo tramitaciones oficiales, y en los juzgados se tuvo que suspender un juicio, el que enfrentaba a Ayuntamiento de Sangüesa y Arzobispado por la propiedad de cuatro ermitas de la citada ciudad.
La hora exacta de la caída del rayo la reflejaba todavía este lunes el reloj de la fachada del consistorio de Aoiz, parado a las 14.20 horas a la espera de volver a recobrar la normalidad. Según explicaba el alcalde, Unai Lako (EH Bildu), «en el ayuntamiento saltaron algunos plomos de la luz, se apagaron ordenadores y se cortó la señal de teléfono e internet». «Se pudieron corregir en el momento los aspectos de electricidad con medios propios y se contactó con Animsa (internet) y Telefónica para que vinieran el lunes a primera hora, pensando que sería poca cosa, pero se ve que había bastantes daños. El servidor central olía a quemado», aseguraba Lako. Al final de la mañana de este lunes pudieron recuperar la señal de internet y dos ordenadores dañados.
Así las cosas, apenas se pudieron realizar tramitaciones en las oficinas municipales sin telefonía fija y, especialmente, sin internet. «Hoy todo va vía informática así que estamos vendidos si falla el sistema. Confiamos en que para este martes esté todo solucionado», dijo. En la casa de cultura también fallaba el teléfono.
En el cercano restaurante Beti Jai, Michele Bodini atendía en la barra del bar y recordaba cómo el rayo del viernes sonó «tremendamente fuerte». «Había una persona fuera y entró con la cara blanca del susto», indicó. Allí mismo detectaron un olor a quemado de forma inmediata, y también que fallaba la telefonía fija e internet. «Avisamos enseguida, pues no podíamos quedarnos incomunicados, podían llamar clientes, y la cosa se solventó sin mucho tardar», dijo.
Komunikabidea: Diario de Navarra