Camino Equísoain e Iker Ablanedo, pasado y presente de una tienda con historia que se mantiene con firmeza en la plaza de la localidad. (M.ZOZAYA)

La tienda de Iker, antes de Camino, es la única que queda activa en Urroz-Villa. De los 365 días del año, abre sus puertas 363, es decir, todos salvo los festivos de Navidad y Año Nuevo. Es el clásico comercio de ultramarinos de un pueblo con una oferta variada, producto fresco, y un trato cercano y amable patente incluso en la distancia, a través del teléfono en la llamada para concertar nuestra cita: “2,68 más 2 boletos;total, 4,68 euros. Aquí está el cambio”. “Que tengas buen día Ángel”.

Así se sucede la mañana en la tienda de Urroz (389 habitantes según el INE), en el número 24 de la plaza de El Ferial, sumando pequeñas cantidades entre saludos cordiales. Estos días fríos de invierno, el establecimiento es un signo de vida, junto con el consultorio médico, la farmacia o el banco, destinos de los vecinos y vecinas, generalmente mayores.

En los Comercios a Mano, nombre de la red de tiendas rurales establecida por el Gobierno de Navarra hacia el año 2000, se puede comprar pan y prensa del día, fruta fresca, tabaco y muchos más productos, gracias a la apuesta de Iker Ablanedo, que hace cinco años vio la oportunidad de mantener el establecimiento atendido durante generaciones por la familia de su suegra, Camino Equísoain, una vez que a ésta le llegó la hora de su jubilación.

Iker, vecino de Pamplona, llegó a la villa con 18 años para jugar en el Urroztarra, y lo hizo durante siete temporadas. El fútbol fue su trampolín para conocer a la que es su mujer, Nuria Itoiz Equísoain, con la que se estableció en la villa y formó un hogar completo con sus hijos Gorka y Hugo, de 7 y 4 años de edad. “Tenía experiencia porque trabajaba en distribución con mi padre y la primera medida, una vez que me decidí, fue modificar la tienda y adaptarla a los nuevos tiempos y nuevas tecnologías”, explica Iker. Informatizó el negocio, la báscula, introdujo el código de barras, quitó el mostrador de barrera y reformó el local para hacerlo más abierto y accesible. Fue un cambio en la manera de vender”, resume el comerciante.

La nueva imagen de la típica tienda rural de alimentación, frescos y congelados;productos de droguería, conservas y variedad de género fue un acierto. “Urroz-Villa es el centro neurálgico del Valle de Izagaondoa, de Unciti… aquí vienen al médico, a la farmacia, y pasan por la tienda. Es la gente mayor la que más viene, la juventud se inclina más por las grandes superficies, sin ver siquiera que aquí puede encontrar los mismos precios e incluso una mejor calidad”, opina Iker.

TRATO CERCANO. La tienda genera vínculos que se nutren del trato cercano, hasta el punto de que el joven siente el fallecimiento de las personas mayores: “Son leyendas vivas del pueblo con las que estableces una relación diaria. A veces toca hacer también un poco de psicólogo”, matiza.

Aún así, está contento, no se queja, aunque reconoce que son los festivos y puentes cuando más trabaja, y en verano. “Los domingos me salvan la semana, también con la gente de paso”, asevera. Se ajusta al ritmo de vida del pueblo, y por eso abre todos los días de 9.00 a 14.00 horas, con ayuda de Natalia. “Por las tardes no se vende nada”, afirma.

Ablanedo no se arrepiente de haber optado por quedarse en Urroz-Villa, que ya considera un poco suyo. Trabajo y horario le compensan porque puede conciliar la vida laboral con la familiar. Para él, la vida en el pueblo son todo ventajas: vivir donde se trabaja, llevar a los niños al colegio y contar con la ayuda familiar cercana son para Iker elementos suficientes para reafirmarse en su convencimiento de que sólo se hace pueblo cuando se vive en él, y esto implica también hacer la compra diaria.

Meticuloso e inquieto, este autónomo desde los 19 años, trata de mantener su puesto para dar a Urroz servicio y vida. Disfruta con “los corrillos” que se forman en la puerta de su tienda en la plaza.

Con esta imagen disfruta a su vez Camino Equísoain, suegra de Iker, que comparte satisfacción porque la tienda fue para ella toda su vida. Ella aplaudió la decisión de su yerno, pero ante todo, vela y se preocupa porque le salgan las cuentas y le vaya bien el negocio. “Cerrarla me daba mucha pena. Mis hijas no quisieron continuar, habían estudiado para vivir de otra manera”, recuerda.

Camino, que hoy cuenta con 70 años, heredó la tienda de Fermina, su madre, y antes, fue guarnicionería con su padre, Cecilio.

Casa Fermina, que conserva sus vigas de madera en la tienda que hoy es de Iker, convivió con Casa Marcos, Casa Bastida y Casa Prieto.Entre sus recuerdos guarda retazos del esplendor del Urroz-Villa comercial, de los miércoles de mercado y de las ferias, cita obligada de otoño de ganaderos de las provincias limítrofes y de la vecindad de la comarca. “Mis padres hacían medio año en ferias, venía mucha gente de fuera y se vendía mucho”, recuerda.

De aquella plaza de El Ferial, “el alma del pueblo”, comercial y bulliciosa, sólo queda el recuerdo y un punto de encuentro en la tienda adaptada al día a día con pequeñas campañas y sorteos, y el mismo trato amable y discreto basado en la confianza y el buen hacer de cuantos le han dado vida a lo largo de su trayectoria.

Komunikabidea: Diario de Noticias

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