bilaketaEl 25 de septiembre de 1976 fue sábado. Salva Gutiérrez lo recuerda perfectamente. Hay muchos detalles de entonces de los que se acuerda bien. Le viene a la mente, por ejemplo, cómo se encaminó al Gobierno Civil, con pantalón corto y descamisado -“como voy siempre”, apunta- y que la secretaria del gobernador le cortó el paso: para ser recibido debía ir con corbata. Aunque fuera menor de edad, sí. Gutiérrez se había desplazado desde Aoiz hasta Merindades con los estatutos de Bilaketa bajo el brazo.

La siguiente vez volvió a aparecer con la misma guisa. “¡Le dije a usted que debía venir con corbata!”, dice que le abroncó la secretaria del gobernador civil. “La tengo aquí”, contestó él sacándosela del bolsillo. Entregaron aquellos estatutos y les sacaron veinte faltas de ortografía. Estaban redactados por catorce chavales de 15 y 16 años, diez chicas y cuatro chicos, que habían fundado en un parque, y con una máquina de escribir, una asociación para promover la cultura en su pueblo, Aoiz, de unos dos mil habitantes.

El 25 de septiembre de cuarenta años después cayó en domingo, y doce de los catorce fundadores recibieron una insignia de reconocimiento en medio de un día festivo en Aoiz. Desde las dianas, la localidad quiso celebrar el cuarenta aniversario de Bilaketa con una una traca de conciertos durante todo el día, pasacalles con la txaranga Bilaketa, gaiteros, danzas con la Agoizko Dantzari Taldea y una comida popular a la que asistieron 250 personas.

EN BUSCA DE NOMBRE

“Ya nos queda un poco lejano, éramos jóvenes y estábamos con ilusión”, recordaba este domingo Isabel Leache Goñi, una de las fundadoras. “No podíamos imaginar que luego se convertiría en esto”, añadía. Cuarenta años después, efectivamente, Bilaketa se ha convertido en un referente de Aoiz y de la cultura navarra.

Organizada en tres áreas (mayores, jóvenes y cultura), sus certámenes de narrativa, de poesía y de pintura, se hicieron internacionales. Luego llegó el de escultura exterior y el de jóvenes escritores, y las becas de inglés y de estudios artísticos, y la universidad de mayores Francisco Yndurain.

Por Aoiz comenzaron a aparecer personalidades como Almudena Grandes, Luis García Montero o José Hierro, éste con una bombona de oxígeno a rastras las últimas veces. Lo hacían para participar como jurados en unos certámenes que lanzaron también a numerosos escritores.

Bilaketa fue creciendo todos estos años, aunque sus fundadores fueron dejándola a medida que se casaban y empezaban a trabajar y a marcharse fuera del pueblo en algunos casos. Lo dejaron todos menos uno, Salva Gutiérrez, que es hoy el alma de la asociación. Por eso este domingo, después de repartir en la sede las doce insignias a los fundadores (no pudieron asistir Rosario Reta ni Asun Irigoyen), Salva Gutiérrez recibió la sorpresa de un cumpleaños feliz a cargo de la charanga y un ramo de flores de manos de Roberto Zandueta, monitor en su día de campamentos: “Un pequeño detalle para un gran trabajo”, le dijo.

Fernando Vizcay Ardanaz, por ejemplo, hacía tiempo que no volvía a Aoiz y este domingo se confesaba emocionado. Vizcay recordaba lo difícil del inicio. “No teníamos nada, para sacar dinero andábamos recogiendo cartones y todo lo que podíamos”, recuerda. “La sede, la primera bajera, nos la hicimos entre nosotros trabajando, en aquellos tiempos no había ayudas, te daban con la puerta en las narices allá donde ibas”, recuerda.

Joaquín Unzue Izurdiaga, otro de los que lució este domingo la insignia con la B de Bilaketa, contaba que le solicitaron un local al cura. “Anteriormente hubo allí gente que no se había portado del todo bien con don Teófilo, llegamos nosotros y nos acogió… [gesticula con una expresión de aprobación]. Aquello fue una sorpresa que nos dio mucha fuerza”, apunta. También recuerda Unzue la alegría de esos primeros pasos . “Teníamos mucha alegría y las compañeras tocaban la guitarra. Eso nos daba una fuerza que nos motivó para seguir adelante”, apuntaba este domingo.

Les faltaba un nombre. Los catorce fundadores le daban vueltas. Don Teófilo sugería que sería conveniente llamarse San Miguel, que es el patrón de Aoiz. Hubo otras propuestas, de tinte más scout, pero un día llegó Elena Echavarri con una idea que gustó a todos: Bilaketa, búsqueda en euskera.

“Se me ocurrió porque realmente estábamos perdidos en el espacio sideral”, decía este domingo. “Aoiz era un pueblico-pueblico, teníamos muchas inquietudes pero no sabíamos realmente lo que nos pasaba por dentro, nos juntábamos y realmente no sabíamos lo que queríamos, y entonces me pareció que era un nombre que nos definía a todos, porque no sabíamos ni de dónde veníamos ni hacia dónde íbamos; lo que hacíamos era buscar”, añade.

SABOR AMARGO

“Empezamos con mucha ilusión, con muchas ganas de organizar cosas sobre todo para la gente joven, era una forma de cambiar el pueblo y darles nuevos alicientes”, apunta Mari Carmen Jaso Zapatería, emocionada de reencontrarse este domingo con tantos amigos.

“Éramos unos chavales jóvenes, que queríamos hacer algo y nos juntábamos en el parque, sin bien saber lo que iba a ser”, añade Mila Barcos Legaz. “Lo que se ha conseguido era impensable, a lo que ha llegado es bestial, de aquel principio a esto”.

Entre las fundadoras reconocidas este domingo, una de ellas Arantxa Lacabe Aguinaga, sacó de su bolso un documento que fue de mano en mano. Era el carné de hace cuarenta años. “Lo llevo siempre encima, en la cartera, llevo éste y otro que nos obligaron a sacar el carnet de monitor, cuando empezamos a trabajar con niños”, explicaba. En el dorso se leía una frase de Emmanuel Mounier: “Sólo existo en la medida en que existo para otros; a fin de cuentas, ser es amar”. Cada miembro debía elegir una frase distinta para su carné. “Son frases que no corresponden a una chica de 15 años”, se ríe ahora Arantxa Lacabe.

La fiesta de cumpleaños este domingo no fue del todo dulce. “Si en los primeros años andábamos sin nada, hoy andamos igual, hoy día la casta que tenemos [en el gobierno] es igual al anterior, pensábamos que iba a ser otra cosa pero sigue siendo cultura de escaparate, los pueblos están igual y aquí tenemos esto pero gracias a la gente del pueblo que trabaja gratuitamente, no gracias al gobierno que tenemos, por lo tanto estamos sin nada, igual que en el 76”, explicaba este domingo Salva Gutiérrez. Tras los recortes presupuestarios que dejaron a Bilaketa a la intemperie, la asociación sigue reducida a la mínima expresión, limitada a algunas de sus actividades como la charanga, la banda de música o la universidad de mayores, con casi 800 alumnos.

“En el 76 incluso nos era más fácil porque trabajábamos muchísimo y recogíamos al mes un camión de papel y lo llevábamos a vender, hacíamos teatro nosotros, yo escribía un sainete, éramos directores, actores, actrices… los catorce”, apunta Gutiérrez. “El cura nos dejaba el salón tres días, que no fueran sábado y domingo, y allí iban nuestros padres, madres, abuelos y tíos y sacábamos un dineral, nos sobraba cada año dinero, estábamos mejor que hoy, que ya es triste”, añade.

Komunikabidea: Diario de Navarra

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