Al final va a resultar que esto de ir cumpliendo años no está tan mal. Hace 25 años jamás se nos habría ocurrido que pudiésemos cruzar la frontera de los 40, y menos nos habríamos podido imaginar que habría vida más allá. Resulta que descubrimos ciertos placeres en esto de la edad, que superan los achaques del desgaste. Frente al dolor de espalda la amistad, frente al de rodillas, el ver disfrutar a los hijos, frente al cansancio, una buena cuesta y frente al no poder dormir… frente al no poder dormir un buen trago de pacharán.

Este verano unos cuantos de los esquineros junto con sus familias, nos hemos acercado al refugio de Bachimaña, encima de Panticosa, para disfrutar de un fin de semana en alta montaña. Aprovechando la benevolencia del ecuador del verano, nosotros y otro montón de familias con niñas y niños, más o menos pequeños, hemos tenido la oportunidad de acercarnos al más salvaje, limpio y a su vez cercano y acogedor pirineo. Panticosa, con sus lagos, pese a lo transitado en estas fechas, sigue siendo un lugar de ensueño. El sendero, que es un falso llano, sube paralelo al río y deja descubrir paisajes como en pocos lugares. Los saltos de agua vigorosos hasta en estas fechas estivales, rompen el silencio de la caminata y aún se pueden ver neveros cerca de las cumbres, cerca de donde las marmotas pastan en las duras hierbas de la montaña. Acercarnos, un poco si quiera a estos paisajes siempre duros, y poder dormir al abrigo de un refugio de montaña es un placer con el que hemos querido agasajar a nuestros hijos e hijas. Esperemos que a ellos, que ahora jamás se imaginan que pueda haber vida después de los 40, este fin de semana les quede en la memoria, como una convivencia especial en un entorno privilegiado, rodeados de amigos y de los viejunos de sus padres y madres.

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