Ayer fue un día de esos bien aprovechados. Después de trabajar, unos amigos nos acercamos al barranco de Diablo Zulo en Monreal, para intentar descenderlo por su cauce normalmente seco. La experiencia no nos defraudó.

Salimos sobre las cuatro de la tarde para ascender hasta donde comienza la primera bajada. El recorrido por entre las matas, no fue cómodo, pero conseguimos alcanzar la pista, que sube hacia la parte de atrás de la Higa de Monreal, y así tomar el sendero marcado con un hito de piedras, que da acceso al primer rápel.

Una vez en el cauce, el paisaje cambió. Pasamos del caos de bojes y espinos que pueblan a las laderas de la Higa a un paisaje totalmente tropical. Preparándonos para rapelar, nos dimos cuenta que el agua, es un elemento mágico, que ayudado por el tiempo, ha surcado una brecha en la caliza entre esta mole de roca y su vecina la sierra de Alaiz. La brecha siempre húmeda, serpentea por tramos verticales combinados con paseos horizontales, poblada de una vegetación propia de selvas tropicales. El verde vivo abraza las paredes y los árboles caídos en el cauce el río, se pudren en el agua estancada.

Es un txoko espectacular, un zulo en realidad, que el hombre no ha domesticado, y salvo si te lanzas a descenderlo, es imposible disfrutar de él.

Como todo el mundo sabe, ser Ozkoidi es toda una aventura. Por eso, después de mucho tiempo buscando un día para que pudiésemos descender este cañón, ayer por fin lo conseguimos.

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