Arquitectura en Taiwan ‘made in’ Navarra

El arquitecto Lain Satrustegui recibió en diciembre de entre 7.000 participantes el premio internacional Golden Pin Design Award, en Taiwan

Iban a ser 4 meses, pero han acabado siendo más de 8 años. Y es que al arquitecto Lain Satrustegui, natural de Aoiz, Taiwan le está dando profesionalmente más de lo que nunca podría imaginar. Con su estudio IMO Creations, no para de trabajar en nuevos proyectos y recibir importantes premios. El último, el Golden Pin Design Award, un concurso internacional que ha reconocido al Centro Cultural de Xiafu como el mejor diseño de arquitectura.

La oportunidad de viajar a Asia le llegó en 2009, tras haber estudiado en la UPV de Donosti, en la Politécnica de Madrid y en la Royal Academy de Dinamarca, una de las mejores escuelas de arquitectura de Europa. En Madrid solía frecuentar un restaurante vegetariano cuya dueña era una taiwanesa profesora de feng shui. “Siempre te enseñan tres aspectos de la arquitectura: la funcionalidad, lo técnico y el aspecto estético. Sin embargo, en Europa nunca tenemos en cuenta cómo fluye la energía entre los edificios”, afirma Satrustegui. Así que, animado por la profesora, se lanzó a aprender feng shuien un máster de 4 meses. Sin embargo, a las semanas un tifón hizo que el máster se suspendiera. ”¿Cómo iba a volverme después de haber gastado el billete de avión sin haber aprendido nada? Decidí quedarme hasta que volvieran a abrir el curso”, recuerda.

Justo en ese momento, junto con unos compañeros que operaban desde Madrid, Canarias o Inglaterra, se presentó a un concurso internacional de arquitectura en Taiwan, con un proyecto para el Centro Marítimo de Música Cultural y Popular de Kaohsiung. “Por suerte, entre 155 estudios de arquitectura, ganamos nosotros para construir una obra por valor de 125 millones de euros. Con el tiempo empezaron a salir proyectos, también empecé a dar clases en la universidad y ganamos otros concursos. Es entonces cuando decidimos montar la empresa IMO”, añade.

INSPIRAR EN ASIA

Después de vivir tantos años, el navarro se ha adaptado bien a la manera en la que los taiwaneses conciben el mundo. “Tienen otra mentalidad. La cultura del trabajo es altísima, respetan mucho a los superiores y les hacen caso aunque lo que digan esté mal”, asegura. Con ello, logran ser rápidos y eficientes, pero también tienen más limitaciones. “En nuestro estudio la clave es la creatividad, así nos desmarcamos del resto del mercado. Lo más importante es de qué manera somos capaces de inspirar a las personas que van a usar el edificio, que les hagamos a nuestros clientes algo interesante”, apostilla.

Así, se han hecho un hueco significativo dentro de la arquitectura asiática. En junio de 2017 se inauguró el centro cultural de Xiafu por el que han sido tan premiados y, mientras, están trabajando en la estación meteorológica de Taipei, en un hotel en Suao o en una escuela de innovación del siglo XXI, entre otros. Proyectos transgresores que son muy bien acogidos dentro una arquitectura en la que la creatividad brilla por su ausencia. “Con el auge de los años 80 cuando todo era made in Taiwan, la mentalidad era producir rápido, barato y útil. Y eso se refleja en la arquitectura, da igual cómo sea estéticamente el edificio, lo importante es que sea eficiente”, asevera.

¿VUELTA? Lejos de su tierra, su día a día es muy diferente en la vida oriental. Trabaja de 9 de la mañana a 7 de la tarde, incluso si toca en fines de semana. El resto del tiempo practica yoga y meditación, acude a la piscina o juega a bádminton. Por suerte, Taipei es una de las pocas capitales del mundo con parque nacional, así que a sólo 20 minutos, puede respirar naturaleza. Lo que más aprecia del país es la comida, la amabilidad de la gente y la comodidad del transporte y la burocracia pero, sobre todo, su predisposición a las nuevas ideas. “En Navarra sería imposible que un estudio joven como el nuestro tuviera tantos premios nacionales. Ya sea por la corrupción o por el modelo económico del Estado español, los jóvenes lo tenemos muy difícil”, asegura.

De hecho, lo que más lamenta es no poder devolverle a la sociedad las posibilidades que le ha dado. Por eso se le plantea un dilema cuando piensa en volver a Navarra: afectivamente lo haría, pero profesionalmente cada año es mejor que el anterior. “Conforme más nos quedamos, más difícil es marcharse. La arquitectura es muy lenta;ahora tenemos 6 ó 7 proyectos y sería muy difícil dejarlos”, confiesa. De momento, el talento de este prometedor arquitecto made in Navarra, se queda en Taiwan. Ojalá llegue el día en que, desde su tierra, también se le valore como merece.

Komunikabidea: Diario de Noticias

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