Fue una gala normal, tanto como la de años anteriores. Protocolaria como cualquier actividad institucional en un día tan señalado como el 3 de diciembre, y emotivamente ambientada por los familiares de los galardonados, entre los que se incluía algún tataranieto de Julio Altadill. Toque ameno y discordante dentro de una institucionalidad que quiso reconocer ayer la gran labor histórica realizada por el propio Altadill, Hermilio de Olóriz y Arturo Campión. Los tres a título póstumo, lo que no ha evitado una polémica política, en buena medida artificial e interesada, que ha acabado manchando la memoria de alguno de los protagonistas. Quizá fuera por ello que los familiares de Campión no pudieron acudir. No sin antes disculpar su ausencia y agradecer una Medalla de Oro que recibirán en un acto más discreto.
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