Noticias sobre las consecuencias en Navarra, y en particular en la villa de Aoiz, durante el trascurso de la Guerra de Convención (años 1793-1795)
Se denomina Guerra de Convención al conflicto que enfrentó a España y Francia entre los años 1793 y 1795. Debe su nombre a la Convención Nacional, el órgano que reunía los poderes ejecutivo y legislativo en la Francia revolucionaria, al momento de iniciarse la guerra. Aunque esta denominación es la habitual, el conflicto también de denomina Guerra del Rosellón, debido al elevado número de acciones que se llevaron a cabo en los Pirineos Orientales motivado por el deseo español de recuperar las tierras de la Cataluña francesa perdidas en el año 1648. En ocasiones también ha recibido el nombre de Guerra de los Pirineos.
Desde el inicio de la Revolución Francesa de 1789, en Navarra, por su situación límite con Francia, comenzaron a aplicarse distintas medidas sobre la prohibición de entrada de propaganda revolucionaria y recepción de exiliados, como recogen sendas células reales que se conservan en el A.G.N. En el mes de enero del año 1793, la Convención condenó a muerte al ex-monarca francés Luis XVI (unido por parentesco con el rey español Carlos IV, también de la dinastía Borbón), y el 7 de marzo de 1793, Francia declaró la guerra a España, que se había aliado con casi todas las monarquías europeas. En este conflicto bélico, el suelo navarro recuperó el protagonismo militar que había tenido en el pasado.
Durante el primer año del conflicto, España logró completar con éxito algunas acciones en territorio francés, como la destrucción de Hendaya, o la ocupación de Sara y Alduides, realizado por el general Ventura Caro, al mando de las fuerzas del ejército de Navarra y Guipúzcoa.
Sin embargo, en el año 1794, el curso de los acontecimientos cambió. Así decretado en Francia el reclutamiento general para la construcción de un ejército nacional, el general Ventura Caro dirigió el 15 de mayo una carta a las Cortes de Navarra, alertando de que todas las noticias que tengo de Francia, aseguran que los enemigos van a invadir la frontera de Navarra.
El clima de creciente desconfianza, tensiones y desacuerdos entre las instituciones del Reino, los mandos militares y el gobierno de la Monarquía, así como las limitaciones propias del sistema de reclutamiento del Antiguo Régimen, para afrontar la inminente invasión, el ejército francés ocupó en verano Baztán y Cinco Villas. A lo que siguió en octubre el ataque a los valles de Salazar y la Aezcoa y la destrucción de las fábricas de armas de Eugui y Orbaiceta, la primera de las cuales ya nunca volvería a ser reconstruida. La llegada del invierno, las epidemias y la concentración de fuerzas españolas en Pamplona/Iruña, hizo que en noviembre el avance francés se detuviera y la capital del Reino quedará a salvo de la invasión.
Las consecuencias de estas acciones en Navarra fueron importantes, tanto en daños materiales como personales. Así lo revela como ejemplo la relación de daños que el pueblo de Orbara presentó a la Diputación del Reino de Navarra, solicitando se auxiliara a sus vecinos con trigo, ropa y dinero. Esta exposición detalla las casas que habían sido quemadas, el ganado perdido, los daños en el ajuar y hasta el número de enfermos por las epidemias y el de fallecidos a raíz de la invasión francesa del mes de octubre del año 1794.
Durante la primavera del año 1795, los franceses hicieron nuevas ofensivas que los situaron en posiciones relativamente cercanas a la ciudad de Pamplona. Las Cortes de Navarra publicaron un bando llamando a la movilización de todos los navarros en defensa del Reino y, debido a la gravedad de los hechos, consiguieron reunir cerca de 25.000 hombres. Sin embargo, unos días antes, el 22 de julio de 1975, la guerra ya había finalizado con un tratado, cuyo ejemplar de este documento se puede consultar en el A. G. N., permite comprobar como la firma fue incluida por partida doble. Por su lado, según el calendario gregoriano que seguimos usando hoy (22 de julio de 1795) y, por otro según el calendario republicano francés (cuarto día del mes Termidor del año III), aprobado para usarse en Francia precisamente por la Convención.
Entre la guerra de Convención y la Guerra de la Independencia, el conjunto de la monarquía experimentó un serio quebranto en su economía que viene expresado por la violenta crisis en su economía, la violenta crisis de subsistencia, las malas cosechas, el déficit financiero y el aumento de la presión fiscal que tradujo a un nivel municipal en una situación especialmente desfavorable, en el que el endeudamiento y la falta de recursos eran la tónica general. En el caso de Navarra, apenas se ha investigado sobre este posible cambio de la situación económica de las haciendas municipales, aunque a partir de la última década del siglo XVIII se empezaron a dar una serie de circunstancias que la alteraron.
La Guerra contra la Convención, marzo 1793 – agosto 1795, suscitó seguramente los problemas inherentes a toda contienda. Es un hecho constatado que la montaña fue la zona más castigada, al ser su escenario continuo y que, por tanto, sufrió más directa e intensamente la consecuencia de la destrucción de sus propiedades, cosechas y ganados. Aunque se escape a nuestro planteamiento una cuantificación de la financiación de la guerra contra la Convención y sus repercusiones en las haciendas municipales, la realidad es que se debieron verse forzosamente afectadas, como se puede cotejar de modo cualitativo a través de una serie de memoriales presentadas a la Diputación por los valles de Urraul Alto y Bajo, Erro, Ulzama, Imoz, Basaburua Mayor, Larraun, Roncal, Araquil, Aezcoa y Araiz, las villas de Irurzun, Burguete, Areso, Urdax, Aoiz, Echarri Aranaz, Urroz, Valcarlos y Ochagavía y los lugares de Zugarramurdi, Imizcoz e Izurdiaga, entre 1797 y 1807, repartidas entre las merindades de Pamplona y Sangüesa, en la mitad norte del Reino, reúnen un estimable 13’6% de la población, a través de los cuales se puede establecer una aproximación del estado crítico de los municipios en aquellas coyunturas, como en la situación mísera que subyace en tiempos de paz.
Respecto al resto de Navarra todo indica que, si bien no experimentaron los aspectos más destructivos de la guerra, si debieron sufrir una serie de efectos más o menos indirectos que se derivaron de ella tal y como muestra la legislación promulgada por las Cortes de 1794-1797, puesto que al celebrarse en plena lucha, articulan medidas orientadas a sufragar los gastos bélicos y a contemplar sus consecuencias posteriores. Las dificultades a las que se vieron abocados la totalidad de los navarros pasaron por su contribución en la formación de batallones y su mantenimiento en plena siega, el suministro de bagajes y el alojamiento a los distintos ejércitos, con la consiguiente pérdida de cabezas de ganado requisadas o esquilmadas, la derrama de 200.000 pesos para “los gastos y urgencias de la guerra” y el pago del donativo, una vez firmada la paz de otros 250.000 pesos.
En definitiva, el estado en que se vio reducida la población del norte de Navarra, es sintomático de un cambio que ya operaba sobre una estructura débil.
Después de esta visión general del estado en que se encuentra Navarra, pasamos a presentar la situación de la villa de Aoiz. En el mismo contexto se inscriben los problemas que le atañen a ella. Las exenciones de pago que se aplicaron en lugares ocupados por el enemigo, no fue posible en esta villa, la reivindicación por el descalabro de sus haciendas por nuestro propio ejército, talando viñas el mismo día en que iba a empezar la vendimia, con el fin de evitar que fuese aprovechada por los franceses, y provocando un pánico colectivo que concluyó con el pillaje de todos los ajuares y demás enseres, sin poder sembrar aquel año 1794 por falta de simientes necesarias y por haber descuidado los campos, sin darles a su tiempo el regular cultivo, y la escasa rentabilidad de las cosechas en el año 1795.
Además, sobrevinieron en el mes de septiembre unas lluvias tan abundantes que se perdió todo el fruto de uva, hasta términos de no haber tenido en el diezmo más beneficiados que unos pocos cántaros de mosto que vender luego, un precio ínfimo en el año 1796. La cosecha de trigo fue la mitad de lo regular y de vino cortísima, y en el año 1797 sobrevenieron dos nublados de piedra tan copiosos, que hicieron unos estragos que no se conserve ejemplo en la memoria de los más ancianos.
Tales perjuicios no hicieron más que sucederse hasta el año 1801, en que se vieron arruinadas del todo por la falta universal de sus cosechas, arrasadas totalmente por el hielo y las extraordinarias tormentas de piedra por el día de San Juan, resultando la miseria apenas conocida en siglos, de no haberse verificado diezmo de vino, y teniendo que hacer los últimos esfuerzos para sembrar algo, aunque a costa de quedarse sin un grano para el sustento en el infeliz invierno que les esperaba. El peritaje del escribano real, que ratifica la reducción de la cosecha en proporciones más que significativas, obtuvo la condonación de ese plazo por la máxima corporación del Reino. Estos casos auditados aportan una visión clara de por donde surgían los problemas de los municipios de la Montaña, que intentan establecer equilibrios en sus haciendas.
Respecto a la condonación de ese plazo por la máxima corporación del Reino, tenemos que hacer referencia a que hallándose juntos y congregados celebrando Cortes Generales en esta nuestra ciudad de Pamplona y Sala titulada de la preciosa los tres Estados de este nuestro Reino de Navarra presentaron ante Nos y en nuestro nombre al Ilustre nuestro Viso Rey y conde de Colomera, tres pedimentos solicitando se les concediese por Ley la derrama o contribución de 200.000 pesos distribuidos en la forma y bajo las reglas que comprende el primero y su adicción, que decretados en consulta de D. Antonio Domingo Villanueva Pacheco y Alvarado de nuestro Consejo y regente en el Real de este nuestro Reino y D. Julián Antonio Ozcariz y Arce Oidor, decano del mismo Consejo.
Se hace constancia en este documento, la derrama o repartimiento de los 200.000 pesos concedidos por los Tres Estados de este Reino, desglosados por las cinco Merindades que se dividía Navarra, y dentro de cada una de ellas, se detallaba por municipios. Queremos destacar en estas divisiones por merindades, la que nos atañe la merindad de Sangüesa, en donde se señalan las personas por villas, valles, señoríos y almiradío. Se detalla que la villa de Aoiz debe contribuir con un total de 7.136 reales. El reparto dentro de la villa de Aoiz, se realiza personalmente por los barrios de Irigoyen, La Plaza, Mendiburua e Iribarren y se indican las cantidades de pago en ducados. Al final, resumen las cantidades en la designación de caseros, vecinos, foráneos y la de escribano Manuel Vicente Arrayago, que realiza este documento, señalando el total de 3.736 ducados de pago de la villa de Aoiz.
Josetxo Paternain Nagore
miembro del grupo cultural HIDEA de Aoiz