El día después de una campeona como Nerea Bermejo ha sido un cúmulo de sentimientos. Cuando has batido tu marca por un margen inesperadamente grande en tu prueba favorita (56.28 en 400 vallas), cuando has contribuido con tu esfuerzo al relevo para que tu equipo puntúe al máximo, cuando has cenado pizza y has dormido de malas maneras en el autobús y has vuelto a casa a las 4 de la madrugada, cuando sientes la tranquilidad de haber terminado ya los exámenes y las prácticas de Enfermería, cuando tu Whatsapp y tus redes sociales te recuerdan cada minuto la bestialidad de tu récord, cuando llegas a Larrabide y te aplauden. ¿Cómo reaccionas? Nerea compagina el cansancio con la euforia, la timidez con el orgullo. Pero, sobre todo, está feliz. Desde el domingo, sabe que sus saltos por las diez vallas del anillo le han otorgado el pasaporte a atleta internacional. Y lo que le queda…

¿Cómo se le queda a una el cuerpo después de hacer una marca como la del domingo?

Estoy súper súper contenta. Todavía no me lo creo. Y todo el mundo que se preocupa por mí también lo está y se alegra por lo que he conseguido. Hoy me he levantado que parecía que me había atropellado cualquier cosa -ríe-. El viaje de vuelta fue un poco matada. Estoy muy orgullosa, aún no me creo la marca. Sí que veía posible bajarla un trozo grande, porque me vi bien en el 4 vallas que hice (57.59). Creía que podía mejorarla, porque después hice buenos 100 y 200. Pero la marca fue una barbaridad y estoy en una nube todavía.

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