El agote de Aoiz

El suceso que vamos a relatar está recogido en los Protocolos Notariales redactados por el notario Carlos de Lesaca y Monreal entre los años 1617 y 1622, conservados en el Archivo General de Navarra, donde los ha localizado Aimar durante sus investigaciones.

Retrocedamos en el tiempo unos 400 años. Estamos en Aoiz en 1617, es el lunes siguiente a Pascua y algunos agoiskos disfrutan de una actividad habitual en los días de fiesta, tanto ahora como hace cuatro siglos: ir de vinos.

Se reúnen en Casa Larraçea, en donde “se vende vino”, piden una pinta para todos y, ya bastante animados, apuestan con Ojer de Azparren que no se beberá “un quartillo de vino” sin derramar ni una gota. Azparren acepta la apuesta y bebe el vino, pero sus compañeros insisten en que ha derramado varias gotas y por tanto debe pagar la pinta que han bebido los demás. Azparren lo considera injusto y ante sus quejas, Joannes de Irigoien afirma que “los bascos sabían mucho y no eran de fiar” y Joannes de Beunça está de acuerdo y añade que Azparren “bien podía ser que fuese agote”. Y cuando la cuadrilla sale del establecimiento, Beunça sigue afirmando, ya en plena calle, que Azparren es agote.

Al día siguiente Ojer de Azparren presenta en el Juzgado una “quexa criminal” contra Joannes de Beunça. ¿Tan grave era ser llamado agote?

La primera referencia documental de la existencia de los agotes aparece en el cartulario de Lucq-de-Bèarn, fechado aproximadamente entre los años 990 y 1100. En aquella época los agotes se encuentran a un lado y otro de los Pirineos: Pays Basque-Bèarn-Bigorre por un lado y Navarra-Aragón por otro. Es la época de las grandes construcciones románicas que jalonan el Camino de Santiago, y en ellas participan numerosos agotes como albañiles, carpinteros, canteros, etc., extendiéndose así por el territorio vasco-navarro.

Existen numerosas teorías sobre su origen, tal como han recogido a lo largo de los siglos diversos autores. Entre los más recientes, Lejarreta y Santxotena en su libro “El orgullo de ser agote”. Se les ha considerado descendientes de godos o de sarracenos, herejes albigenses, leprosos, siervos traídos de Francia por nobles medievales, etc. Pero, cualquiera que fuera su origen, desde su llegada fueron una comunidad menospreciada y marginada.

Puerta para agotes. Iglesia de Arizkun

No podían contraer matrimonio con los naturales del país, sus casas se situaban fuera del núcleo de los pueblos (en barrios como Bozate), e incluso accedían a las iglesias por una puerta reservada para ellos.

En 1515 el Papa León X emitió una bula con instrucciones para la Diócesis de Pamplona, en la que ordena “restituir a los agotes a la comunicación con los demás cristianos”. A pesar de numerosas protestas, los Tres Estados de las Cortes Generales de Navarra respaldan la bula de León X con sus decretos, y lo mismo hacen los sucesivos Virreyes de Navarra. Sin embargo, los habitantes de valles como Baztán y Roncal y de numerosas localidades navarras, se niegan a obedecer ni a las Cortes, ni al Virrey ni al Papa y pretenden mantener la segregación de los agotes en sus comunidades. Esa discriminación continuará durante los siglos XVII y XVIII, hasta que en 1817 las Cortes navarras aprueben la Ley LXIX que decreta la igualdad de los agotes con el resto de los navarros. Pero dos siglos antes de esa fecha, en la época de nuestro relato, los agotes siguen considerándose “una raza infecta, propensos al perjurio y a la mala vida” y, por lo tanto, privados de derechos y marginados.

Así pues, no es de extrañar el afán de Ojer de Azparren en dejar bien claro que no es agote. En su “pidimiento de ofensa”, Azparren declara que es hombre de bien, bien nacido, de padres honrados y buenos cristianos, sin que jamás “haya sabido, oydo o entendido sea hijo de agotes”. Siempre se ha apartado “de ruydos, pendencias y questiones y a sido y es pacífico y de todo buen trato y procedimiento”. Y sin embargo, a causa de las palabras “falsas e injuriosas y offensivas” dichas por el acusado, “a perdido su buena reputación y fama en que estaba”.

Las autoridades están de acuerdo en la importancia de la ofensa, por lo que la Corte Mayor del Reyno nombra comisario de la causa al escribano del Juzgado de la Villa de Aoiz, Carlos de Lesaca y Monreal, al que ordena recoger las declaraciones y enviarlas firmadas y selladas a la Corte. El proceso que lleva a cabo el escribano siguiendo esa orden, ocupa cerca de 30 páginas, escritas con la complicada grafía de la época, de las que intentaremos hacer un pequeño resumen.

Carlos de Lesaca inicia el procedimiento tomando declaración en primer lugar al acusado, Joannes de Beunça, bastero, quien asegura que en Casa Larraçea algunos compañeros dijeron que “los bascos agotes habían de pagar el vino” y que él pudo estar de acuerdo porque se suele decir “en burlas” a los naturales vascos, y que no tenía ánimo de injuriar. Afirma además, que el querellante no se ofendió, ya que antes de esa ocasión y en presencia de muchas personas él mismo había dicho que “su padre y madre heran y fueron agotes, pero no lo hera más él”. Que lo dijo “en buena conbersación” y no quiso perjudicar al querellante ni a sus hijos y descendientes.

A continuación, el escribano llama a declarar uno a uno a todos los testigos del suceso. Pedro de Ezpeleta, cantero, Bernart de Çalderobide, pelaire, Bernart de Yzpura, pregonero del Regimiento de la Villa, Joannes de Çiçur, tejedor… van pasando por el Juzgado y declarando ante Carlos de Lesaca.

Hay variedad de opiniones sobre Ojer de Azparren. Algunos afirman que es un hombre de bien, otros se lavan las manos sobre el asunto, como Bernart de Çalderobide que no sabe sobre el querellante “quien sea ni de qué nación, más que desde hace algunos años está en la Villa”. Y Joannes de Irigoien asegura que el querellante “a estado y está en mala reputación” y que “le an sacado de los lugares en que a estado”. Sin embargo, todos están de acuerdo en que los comentarios en Casa Larraçea se hicieron sin mala intención, “en conbersación y burlas”.

Una vez tomadas todas las declaraciones, parece que al comisario de la causa le queda bastante claro que se trata de la típica “discusión de bar”, motivada más por el vino que por la intención de ofender al querellante.

Auto de Satisfacción. Protocolos Carlos Lesaca y Monreal 1617. AGN

Así que, el cinco de junio de 1617, Carlos de Lesaca redacta un Auto de Satisfacción, en el que explica que después de las informaciones recogidas y con la mediación de “Don Domingo de Osses, presbítero, teniente de Vicario, y de otras personas principales”, se ha conseguido que ambas partes lleguen a un acuerdo, que Joannes de Beunça se excuse y pague las costas del proceso. En el Auto, Joannes de Beunça declara que considera a Ojer de Azparren “hombre de bien y honrado y de buena reputación y fama”, mientras que Ojer de Azparren “dijo que aceptaba lo dicho y desistieron y se apartaron de dicha quexa”. Asisten a este acto de conciliación, además del ofendido y el ofensor, Don Domingo de Osses y Miguel Dominguez y Ripalda, que han actuado como mediadores, aunque únicamente lo firman Don Domingo y Carlos de Lesaca, ya que los demás no saben escribir.

Con este Auto de Satisfacción finaliza la querella, sin demasiadas consecuencias a pesar de la gravedad de la ofensa. Aunque suponemos que Joannes de Beunça, que tuvo que pagar las costas del proceso, tendría en adelante más cuidado con sus comentarios, especialmente al ir de vinos. Y que a Ojer de Azparren nadie volvió a acusarle de ser agote.

Documentos localizados en el A.G.N. por Aimar Eguiluz
Texto: Inma Oroz
Asociación: HIDEA