¡Estoy bien…!

De izquierda a derecha, sentadas: Lourdes Zubillaga (hermana de José Antonio), Sagrario (viuda), Camino (hija), Iñaki (yerno); de pie, Rakel Gorritxo (médico de Atención Domiciliaria de Cuidados Paliativos), Irati y Ane (nietas), y Beatriz Galañena (enfermera de Paliativos). La imagen se tomó en la cocina de su casa, días después del fallecimiento de José Antonio

El día antes de morir en su casa, José Antonio Zubillaga Izura, de 72 años, prácticamente encamado durante el último mes y sedado las 48 horas, abrió los ojos y dedicó un último guiño a su familia. Fueron unos segundos. El tiempo suficiente para comunicarse con los suyos, presentes en la habitación que su hija Camino y su yerno Iñaki habían improvisado en el salón de casa. Desde hace un año, sufría un cáncer “agresivo” de próstata.

Aquel domingo 15 de enero, se incorporó levemente de la cama, y con los “bracicos” y los pulgares en alto, exclamó: “¡Estoy bien! ¡Estoy bien!”. A su derecha e izquierda, aferradas a sus manos, se encontraban sus dos nietas, Irati, de 14 años, y Ane, de 11. Al día siguiente, lunes, falleció. Y el miércoles recibió sepultura en el cementerio de Aoiz, el pueblo que lo vio crecer y donde residió los últimos 40 años.

Veintidós centros de flores cubrieron su ataúd. Un gesto de gratitud, un símbolo de lo que este hombre nacido en Gazólaz sembró en vida. “Era un buen hombre, sencillo y generoso que murió como vivió”, describe Camino, sentada en la mesa de la cocina. La misma donde se reunía la familia, incluidas las nietas, para tomar decisiones relacionadas con los cuidados paliativos en casa, o simplemente para conversar, o “desahogarse” con el equipo médico especializado de San Juan de Dios (médico, enfermera y psicóloga) que le trataron el último mes.

El mayor de siete hermanos, Zubillaga se caracterizó por su arrojo y determinación desde muy pequeño. Con 12 años ya pastoreaba cientos de ovejas ayudando a su padre. Con el tiempo, abandonó este trabajo y durante 25 años condujo un camión cargado de madera que transportaba a Francia. “Pero siempre con el pensamiento puesto en las ovejas”, dice su yerno, porque no tardaría en volver al oficio. Una vez que la madre de José Antonio se quedó viuda, abandonó el camión y retomó las ovejas hasta los 65 años que se jubiló. “Nunca había estado enfermo”, recuerda Camino. Al diagnosticarle la enfermedad en agosto, se preocupó más por su mujer, Sagrario, que por sus dolores. “¿Qué pasará con ella cuando yo no esté?…”, se preguntaba. “Era un hombre que miraba mucho por los demás y no quería dar trabajo. Él lo hizo tan fácil…”. Los ojos de la viuda adquieren un tono brillante.

“Pero sin el equipo de Paliativos de San Juan de Dios y el apoyo del centro de salud de Aoiz nosotros no hubiéramos podido llevar todo esto en casa”, reconoce, agradeciendo una y otra vez el trabajo de Rakel Gorritxo y Beatriz Galañena, enfermera y médico del equipo de Atención Domiciliaria del Servicio de Cuidados Paliativos, presentes en la remembranza. “La seguridad de llamar al hospital y que te orienten… Sin ellas hubiera sido imposible…”, repite, aliviada. “Ayuda mucho en estas situaciones que la familia esté unida y tire junta”, añade.

Cuando le detectaron la enfermedad a su padre, prosiguen recordando, “estaba con la ilusión de comprar un caballo para sus nietas”. En el mes de agosto le diagnosticaron y en noviembre se lanzó a comprar tres caballos. “A sus 72 años, ha disfrutado tanto este año de vida… La ha exprimido. Y sin necesidad de ocultar al resto la enfermedad que padecía”.

Camino e Iñaki, su marido, mantuvieron informadas en todo momento a sus hijas sobre la evolución. “Hay miedo a que los niños sufran”, revelan. “En nuestro caso, sucedió todo lo contrario. Hubieran sufrido más si se las hubiéramos dejado de lado”, aseguran.

“A las crías lo que más les ha satisfecho es poder estar a su lado hasta el final. Y en ningún momento han tenido miedo”, aclaran. De hecho, todo este tiempo, abuelo y nietas mantuvieron largas charlas. “Y el último día se agarraron a sus manos y no las soltaron. Ellas le hablaban con naturalidad… hasta que murió. El abuelo se fue tranquilo”. Ese mismo lunes, previendo que moriría, las pequeñas prefirieron quedarse en casa y no ir a clase. “Temían que el abuelo se fuese sin ellas. Y nosotros priorizamos: esto era más importante que un examen”.

Una comunicación abierta y fluida entre los miembros de la familia, cuentan, ha vertebrado el buen curso de los cuidados paliativos en casa. “Las niñas han decidido en todo momento qué hacer y cómo actuar. Al principio, rezaban en la cama para que el abuelo se curase y cuando vieron que ya no se iba a curar, entonces pedían para que les siguiese cuidando allí dónde esté”.

Una semana antes de morir, después de una visita a Paliativos, Zubillaga tomó conciencia de la cercanía del final. “Amaneció llorando. Esto ya no…”, expresó. “Al inicio de la enfermedad sufrió mucho dolor, cuenta la hija, hasta que le ajustaron el tratamiento. Solía decir: ‘Joe, que para morir haya que sufrir tanto…”.

El miércoles, en el entierro, Ane se acercó al ataúd y depositó en su interior una carta redactada a mano y medio corazón de cartulina. En el folio, daba las gracias a su abuelo por “enseñarle” a ser una buena persona y también le pedía que les cuide a todos desde “allí arriba”. El otro medio corazón se lo ha guardado.

José Antonio Zubillaga, de pastor, llevando sus ovejas a Yarnoz

“La manera de ser de él nos ha ayudado mucho a sobrellevar el proceso de la enfermedad”, concluye Camino. “Miraba mucho por los demás. Él lo hizo fácil”, coinciden todos. “Pero sin el equipo de Paliativos, reitera, no hubiéramos podido llevar todo esto en casa. Además, si teníamos alguna duda, llamábamos a San Juan de Dios y nos las resolvían”, explican. “Morir en casa es una muerte digna”.

Al terminar la conversación, Irati, de 14 años, muestra una foto del abuelo junto a su perra y 600 ovejas. “Esta foto es del momento que se deshizo de las ovejas”, dice su mujer, Sagrario. “Las llevó andando hasta Yárnoz”.

Komunikabidea: Diario de Navarra

Utzi erantzuna

Gune honek Akismet erabiltzen du zaborra murrizteko. Ikusi nola prozesatzen diren zure erantzunen datuak.