Beti Jai, 75 años latiendo entre los agoizkos

“Aoiz siempre ha podido presumir de contar con un buen número de tabernas y bares en los que disfrutar, charlar con amigos, beber, cantar o echar la partida”, recoge el libro El Aoiz de entonces, editado por su Ayuntamiento el año pasado. El bar de Crescencio Iturri, un emprendedor de los primeros años 40, fabricante de sifones, gaseosas y vendedor de hielo, fue uno de ellos. Crescencio, junto a su mujer, María Urtasun, ambos originarios de Espinal, se hicieron cargo de la taberna del pueblo. Le pusieron el nombre de Beti Jai y por el pasó el devenir de la localidad.

Loli Huerta y Martín Iturri, y detrás sus hijas, Nerea e Izaskun, flanquedas por sus maridos, Fernando Pérez (i) y Michele Bodini (d), entre las flores de su aniversario. (M.Z.E.)

Loli Huerta y Martín Iturri, y detrás sus hijas, Nerea e Izaskun, flanquedas por sus maridos, Fernando Pérez (i) y Michele Bodini (d), entre las flores de su aniversario. (M.Z.E.)

75 años después el Beti Jai sigue latiendo en el corazón de Aoiz y sus paredes guardan historias y sabores gracias a la continuidad de sus descendientes: su hijo Martín, su esposa, Dolores Huerta, Loli; Nerea e Izaskun, sus hijas, y sus respectivos maridos, Fernando Pérez y Michele Bodini, unidos en el trabajo y en la vida. Fruto del esfuerzo de las tres generaciones, lo celebran este año con un programa que arrancó en una fiesta sorpresa para Martín y Loli, en la que se rodearon además, de su hijo Martín y su mujer, Noelia Urdaci, los seis nietos, vecinos, amigos, el alcalde, Unai Lako, que les dedicó sentidas palabras, y de una representación de los Restaurantes del Reyno, encargados de poner de relieve que el buen hacer de la pareja ha convertido al Beti Jai en un establecimiento emblemático del norte, y en un referente de la gastronomía navarra.

El camino no ha sido fácil. Los recuerdos están repletos de esfuerzo y tesón. Desde los primeros años 70, la pareja continuó con el negocio familiar. Loli al frente de la cocina, trasformó la taberna del pueblo en una casa de comidas a la que los clientes se acercaban para probar sus guisos: chilindrones, pichones, menudicos o ajoarriero. La fama de la cocinera se extendió pronto. Ampliaron las instalaciones, compraron el piso superior, y en él construyeron una cocina mayor y un comedor para poder atender mejor.

La combinación del buen servicio que Martín dispensaba en sala y la sabrosa cocina de temporada que Loli ofrecía cada día a los comensales hizo el resto. Los dos aprendieron de sus antecesores y aumentaron su legado con gran capacidad de trabajo y de establecer auténticas relaciones que les han dado fama, dentro y fuera de Aoiz. “Mi vida ha sido el bar. Aquí lo aprendí todo: a andar, a trabajar y hasta a patinar”, recuerda Martín. Loli llegó de Ecay con el bagaje lleno de enseñanzas de las mujeres de su casa materna, de su abuela, etxeko andre que cocinaba para bodas en las casas y en las ferias de los pueblos. De ellas aprendió el lema que ha pasado a sus hijos: “Que todo sea bueno y que esté bien hecho. Mimar el producto, cocinarlo y servirlo con cariño”. Esta actitud ha sido su guía, y con ella se han ganado la fidelidad de su clientela todos estos años.

La época de Loli y Martín fue para todos muy dura. Vivían en el restaurante y para el restaurante, sin saber de horas, ni de días festivos, apoyados en una plantilla con la que llegaron a establecer lazos familiares. Al final de jornadas estresantes, se sentaban juntos a la mesa, y aparcaban las tensiones. Por entonces, contaban con 16 trabajadores, (hoy son 10), y no había boda, comunión, bautizo o celebración en Aoiz y en la comarca que no se celebrara allí. Comer en el Beti Jai era ya de por sí un acontecimiento importante.

En los años 80, su proyección llegó más lejos, porque llevaron su cocina a ferias y eventos nacionales e internacionales promovidos por el Gobierno foral, lo que les hizo merecedores de diferentes reconocimientos.

RELEVO. Tras su jubilación, Martín y Loli dieron paso a sus hijos y yernos: Fernando (comedor), Michele (bar), Nerea e Izaskun, (sala y hotel rural), mientras que Martín emprendió su camino en la capital al frente de La Mar Salada.

Nuevos rostros para nuevos tiempos que demandan otros menús. La crisis fue determinante en el comportamiento y cambio de hábitos de los clientes, porque la vida pasa por el Beti tal como viene. “Hace tiempo que incluimos la carta de platos combinados y bocadillos, junto al menú del día, que funciona según temporadas, y sobre todo, según vaya el trabajo, y las celebraciones de Aoiz y alrededores, que se siguen haciéndose aquí”, comenta Nerea. Reconocen que estos años difíciles se han agravado con las penalizaciones de Tráfico. “Hace falta mucha motivación para venir”, añade.

Lo cierto es que el Beti Jai ha hecho leyenda, y hay quien llega hoy desde Barcelona buscando su sabor tradicional. Sus platos emblemáticos vuelven a la carta con motivo del 75º aniversario durante los meses estivales, junto a un menú confeccionado para la ocasión y un programa gastronómico-cultural, generoso, acogedor y abierto, “para todos”, al estilo de Loli y Martín, porque las enseñanzas permanecen.

Komunikabidea: Diario de Noticias

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