El tío Lucas cierra su libro de historietas

El tío Lucas a la espera del asado del zikiro festivo. (Foto: Marian Larralde)

El tío Lucas a la espera del asado del zikiro festivo.
(Foto: Marian Larralde)

Era un personaje excepcional, una curiosa singularidad en esta cesta gris y uniforme en la que nos tienen metidos a todos, un hombre libre como el viento, libertario incluso, que vivía a su aire, no se metía con nadie y era un pozo de ciencia que visitó muchas veces las fiestas de los pueblos con su tirapichón y acabó finalmente recalando en Arizkun, donde ha vivido sus últimos años. El otro día, hace nada, se nos despidió para siempre y dio por cerrado, en silencioso epílogo y sin molestar, igual que había hecho siempre, el libro de sus historietas y anécdotas, sucedidos incomparables e increíbles que mantenían a la chiquillería (y a los mayores) embelesados y con los ojos abiertos como platos de curiosidad y admiración.

Se le conocía por el tío Lucas y se le llamaba así por el común de las gentes, lo que a él nunca le preocupó ni poco ni mucho, aunque en sus papeles figuraba como Víctor Peña García y era natural de San Salvador del Valle, en el Valle de Trapaga (en euskera, Trapagaran) en las Encartaciones donde por siglos se afirmó la condición y conciencia minera de Vizcaya. Por poder, el tío Lucas lo mismo hubiera podido ser aquel que en el Quijote cervantino dijo aquello de “Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno” y recibió la respuesta de “con esa añadidura bien podéis ser secretario del mismo emperador” del Sancho Panza de la ínsula barataria.

Y es que, además de leer y escribir, el tío Lucas era la biblia en verso de cuentos ingeniosos y narraciones extraordinarias que acompañaba con gestos y muecas expresivos hasta la carcajada o el más terrorífico acojone. Tenía 92 años y vivía cerca del cielo, allí en el cruce de Aintzialde, en la casita que se construyó y el recordado Faustino Goñi (+) bautizó Villa Miranda, porque se sentaba a la puerta durante horas a ver pasar el mundo sumido quizás en sus pensamientos. En su juventud las debió pasar de a kilo, con la puñetera guerra civil en la que algo debió sufrir aunque de eso apenas hablaba, y gustaba a veces de bajar al pueblo, a Arizkun, a trabar conversación con todos, mayormente con la gente de su tiempo. Y el 14 de abril, nunca, pero nunca, dejó de cantar La Internacional. Un tipo genial. – L.M.S.

Komunikabidea: Diario de Noticias

Utzi erantzuna

Gune honek Akismet erabiltzen du zaborra murrizteko. Ikusi nola prozesatzen diren zure erantzunen datuak.