Los postres y el amor que me traje de Aoiz

Soledad es francesa. No sé si lo de cocinar tan bien le viene en esos genes galos. Desde luego en el precioso deje que tiene al hablar sí se nota que creció y que aprendió a escribir y a leer en la lengua de Simone de Beauvoir. Se nota en eso y en que llamó a su hija Carole. Y yo no tengo vidas para agradecérselo. No que le llamara así (al fin y al cabo yo la llamo siempre Concisa) si no que la pariera. Ese regalazo que me hizo un abril de hace 40 años no queda recompensado ni aunque le dedique el periódico entero. El colmo es que cuando me escapo a Aoiz a decirle que “Merci beaucoup pour mon ami” me vuelvo con el coche lleno de tuppers. La absoluta fantasía de que encima sea ella quien me agasaje con su merveilleuse cuisine. El otro día fue el cumple de Carole y se pueden imaginar el festín. Estuve tres días comiendo canelones, una de las especialidades de la casa. Postres no porque nos los comimos todos allí, al calor de la chimenea. Deberían ustedes estar contentos de que me dio tiempo, el justo, para hacerles fotos y de que Sole, que ahora es influencer en Instagram, me chivó las recetas. Pare a una de mis mejores amigas de todos los tiempos, me alimenta de una manera desproporcionada en cuanto tiene ocasión y encima me soluciona las páginas de hoy del periódico. La vie est belle! Como experta en mousses de chocolate diré que ésta es la mejor que he probado en la vida. Como picadora entre horas profesional diré que es imposible que esas galletas de almendras duren en casa más de dos días. Como catadora oficial de postres con leche y enamorada de todo de tipo de capas de azúcar caramelizadas a punta de soplete les aseguraré que van a alucinar con la crème brûlée de mi querida Soledad. Como persona intensa que tiene tatuada la palabra hipérbole les diré que Concisa es, sin duda, de lo mejorcito que me ha dado la vida.

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