Todavía no se han curado las heridas para algunos vecinos de Artozki como Javier Díez que forzosamente tuvieron que abandonar su pueblo y ver cómo su historia, su vida y su vitalidad como comunidad se derribaban enteras de un plumazo para posteriormente ser inundadas por las aguas del pantano.

Para él y para otras 12 familias siempre quedará en Artozki una parte de su identidad porque donde ahora sólo hay recuerdos, antes había un hogar. “Al principio fue un shock, desaparece toda tu vida anterior, pero con el tiempo la herida se hace más punzante. Descubres que el pueblo no son sólo las piedras y ese ensañamiento (durante el derribo) impacta mucho por la manera en la que lo hicieron”, expresa Javier.

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