Un conflicto con la dotes de las doncellas pobres en Aoiz

Los documentos que vamos a comentar están redactados en 1622, y nos hablan de un tema de gran importancia hace 400 años: la dote de la mujer.

En términos generales, la dote es el patrimonio que la futura esposa aporta al matrimonio y está compuesta por los bienes o el dinero que sus padres pueden proporcionarle. En el caso de Navarra y País Vasco, dado que la casa y hacienda pasaba en totalidad a uno de los hijos o hijas (el que se consideraba más adecuado), el heredero tenía la obligación de dotar al resto de sus hermanos y hermanas.

A comienzos del siglo XVII (y mucho tiempo después), la dote era de vital importancia para las jóvenes casaderas de cualquier nivel social. En las familias pudientes los matrimonios se concertaban a menudo en función de la dote. Cuanto mayor fuera ésta más posibilidades tenía una joven de realizar un “buen” matrimonio, es decir, de conseguir un buen estatus social y económico. Además, al fallecer el marido (cosa muy habitual) la viuda recuperaba su dote y podía disponer de ella a su voluntad, manteniendo así su posición en la sociedad.

En las familias modestas, la dote a menudo se limitaba a un pequeño ajuar: ropa de cama, vestimenta, menaje de cocina, e incluso se pagaban dotes en leña, vino, trigo, etc. En esos casos, lo que la novia pudiera aportar, por poco que fuera, permitía a la nueva pareja contar con algo de su propiedad para empezar su nueva vida. Pero, aun tratándose de un tema vital, conseguir una dote era muy complicado para una joven pobre y huérfana, y esa lamentable situación es la que intentaban solucionar las Obras Pías de dotación de doncellas pobres.

Eran bastante habituales los legados testamentarios de una cantidad o unas rentas para dotar a doncellas casaderas, honestas, pobres y huérfanas, del linaje del fundador del legado, o naturales de su localidad natal. Con esas rentas se creaban fundaciones que quedaban bajo la supervisión de unos patronos que se encargaban de administrarlas y adjudicar las cantidades dotadas a las muchachas que cumplieran los requisitos indicados por el fundador. Y de uno de esos legados tratan estos documentos.

Protocolos notariales Carlos de Lesaca y Monreal 1617-1622. Caja 10972. A.G.N.

El primero de ellos está redactado el 9 de octubre de 1622. Ese día se presentan ante el escribano una tal Catalina Taballo, natural de Aoiz y residente en Lumbier, junto con su marido, Lope de Ozcoydi y varios testigos, para poner una reclamación contra Doña Francisca de Monreal y Doña Catalina de Suescun. Tal como indica “la requerientta”, ambas damas son las patronas de “la fundación y pio legatto de Miguel de Garde, ya difunto”.

Vecino de Zaragoza, Don Miguel de Garde otorga testamento en la capital aragonesa ante el notario Juan de Altarriba el 6 de agosto de 1511, destinando unas rentas para dotar a doncellas pobres y huérfanas naturales de la Villa de Aoiz.

Los bienes legados por Don Miguel siguen produciendo rentas en 1622 (casi un siglo después de su muerte), que son administradas por dos de las principales familias de Aoiz, los Monreal y los Donamaría, con los que al parecer tenía algún parentesco.

En ese momento las patronas de la Fundación son Doña Francisca de Monreal, viuda de Don Martín de Monreal y Aoiz y Doña Catalina de Suescun, viuda de Don Miguel de Donamaría y Señora de Ayanz. Ambas damas son viudas, por lo tanto han recuperado sus respectivas dotes (seguramente importantes) y pueden administrarlas a su voluntad. Además, tal como indica Catalina Taballo en su requerimiento, ambas “son señoras y dueñas de las cassas de sus dichos maridos” y por lo tanto de todas sus posesiones y rentas.

Palacio de Ayanz

En el caso de Doña Catalina eso supone disponer de los bienes de la familia Donamaría, que incluyen propiedades tan importantes como el Señorío de Ayanz y la mitad del molino de Aoiz. De modo que bien pueden cumplir con el testamento de Don Miguel de Garde y destinar alguna de sus rentas a dotar a la reclamante.

Según declara Catalina, a pesar de ser ella una doncella huérfana y pobre, nacida en Aoiz, no ha recibido la correspondiente dote de las rentas legadas por Don Miguel de Garde con ese fin. Además, según indica en su reclamación, la fundación ha dotado “a las que no son nacidas ni naturales de la Villa”. Su hermana Graciana sí que la recibió, lo mismo que “las dichas forasteras”, pero no Catalina, a pesar de que hace “más de onze años que se cassó” y “siendo ella muy pobre”.

Aunque Catalina asegura ser “muy pobre”, también afirma ser pariente del fallecido Don Miguel de Garde, por lo que no parece que su condición social sea realmente tan humilde. Teniendo en cuenta que los testigos que aporta son labradores de la Villa, es probable que Catalina y su marido también lo sean. De cualquier modo, aunque su situación no sea de pobreza, la dote del legado se abona en dinero, algo muy escaso en una época en la que es habitual que los pagos se hagan en trigo, vino, etc. por lo que disponer de esa cantidad en metálico al contraer matrimonio habría sido fundamental para la pareja.

Sin embargo, los años han ido pasando y la dote de Catalina sigue sin abonarse. Por lo que, tras once años de espera, acude al escribano Carlos de Lesaca y Monreal acompañada por su marido y varios testigos, todos ellos labradores de Aoiz, que apoyan su requerimiento, aunque no lo firman “porque no saven escribir”.

Una vez efectuada la reclamación, el escribano se ve obligado a ponerla en conocimiento de las dos patronas de la fundación. Así que los dos documentos siguientes son las correspondientes notificaciones.

Protocolos notariales Carlos de Lesaca y Monreal 1617-1622. Caja 10972. A.G.N.

En el primero de ellos, Doña Francisca de Monreal asegura que, si se entregó dinero a forasteras, sin duda fue por no conocer bien las cláusulas del testamento, pero que ella está “presta y aparejada” a que se le pague “a dicha Catalina Taballo lo que fuere de razón”.

Y lo mismo hace en el segundo la Señora de Ayanz, Doña Catalina de Suescun, que acepta “cumplir con el thenor del testamento del dicho fundador” y, como ella sí que sabe escribir, firma personalmente como “Doña Caterina de Suescun”.

Puesto que las dos patronas están de acuerdo en aceptar el requerimiento, suponemos que, por fin, Catalina Taballo consiguió su dote.

En 1627, cinco años después del conflicto, los patronos son Don Carlos de Monreal, Vicario de Aoiz y hermano de Doña Francisca y el hijo de Doña Catalina, Don Joseph de Donamaría, Señor de Ayanz y Caballero de la Orden de Santiago. La fundación de Don Miguel de Garde sigue destinando sus rentas a proporcionar una dote a doncellas huérfanas y pobres de Aoiz. Esperamos que ellas no tuvieran que aguardar once años a recibirla.

Inma Oroz – Asociación HIDEA