Maite Beaumont y Nancy Fabiola Herrera brillan en «Farinelli» de Bretón, en el Teatro de la Zarzuela

Como protagonista Maite Beaumont, quien debutaba en el Teatro de la Zarzuela. La mezzosoprano posee un instrumento primoroso, de límpido agudo, terso en su zona central, con un timbre bello, pequeño, coloreado, al que une una inteligencia musical de primer orden, conociendo sus capacidades. Una expresividad a flor de piel, en pro siempre del drama. No entro a comparar, porque comparar es un absurdo, pero decir que, escuchándola, pensaba cuánto le hubiese gustado cantar este Farinelli a mi adorada Teresa Berganza. Beaumont estuvo excelsa en su larga página de salida «Dejo esta estancia lúgubre y sombría», en cuyo final, Bretón suma al personaje del padre y al coro de campesinos, impidiendo el aplauso merecido. Cosas además del drama continuo… ¿Quién quiere un drama continuo cuando tiene sobre el escenario a artistas de tal calibre? ¿¡Wagner, pero qué has hecho!? Las manos se me buscaban, necesitando el aplauso. Maravilloso, pero maravilloso, su «Somnolientos murmullos del bosque umbrío». Bellísima página desplegada por Beaumont con preciosísima línea de canto, en una elevada elegancia, de sentida melancolía que, creo, no olvidaré. Nunca. Felipe V estaba melancólico, ya saben, por ello se trajo a Farinelli (¡tendría que haber probado el aceite de ricino de La verbena!) y fue él quien acabó así, para ahora, en la voz de la mezzosoprano navarra, ser nosotros quienes salimos del teatro en tal estado. Es que tengo que traer de nuevo a Machado por aquí: “¡Ay de la melancolía que llorando se consuela, y de la melomanía de un corazón de zarzuela!”.

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